Muchas veces no hay red de sostén y de cuidados para las familias. Es una realidad.
Pero qué pasa cuando sí podría haber red, y aún así maternamos en soledad.
Yo creo que hay – por lo menos- dos aspectos que entran en juego y que hacen que terminemos asumiendo todo (o casi todo) como nuestra responsabilidad. Y a un costo muy alto.
- Los mandatos de madre sacrificada, abnegada, que no tiene otros intereses más allá de sus hijos e hijas. Un ideal de maternidad dentro de un sistema que quiere a la maternidad y al cuidado en casa y a cargo en exclusiva de las mujeres. Y que por otro lado, impone un modelo de súper mujer que tiene que llegar a hacerlo todo y además excelentemente, que no necesita ayuda, que está siempre disponible para el mercado de trabajo. Que por si fuera poco da un escaso lugar (o nada) al disfrute sin las crías. Y mucho menos a pedir ayuda en los cuidados para destinar tiempo al autocuidado.
- La culpa por sentir que no llegamos a ese ideal, que no somos madres «perfectas» genera alta dosis de malestar y nos hace vivir la experiencia materna de una manera dolorosa y/o insatisfactoria.
Acá quiero contarte que la culpa no es fruto de nuestra práctica o de nuestra experiencia, de lo que hacemos o no hacemos. Sino de un ideal de maternidad inasumible, de mandatos que nos atraviesan, de modelos que se encuentran obsoletos, que no nos hacen sentido y de un sistema patriarcal.
Te pasa a vos, me pasa a mi, nos pasa a muchas.
¿Y si lo hablamos? 💜
Abrazo,
Romi